– ¿Tienes miedo de morir, Espartaco? – No más de lo que tenía de nacer.
Casi todo el mundo conoce cuál fue el destino fatal de Espartaco. Pero lo que no tantos saben es que, como la del icónico gladiador, todas las rebeliones de esclavos de la historia han acaba- do fracasando por la falta de unidad del grupo rebelde. Todas salvo una.
Año 1790. Haití. Territorio francés de la isla. Un año después de la revolución francesa, un grupo de hombres negros libres reclaman ser considerados ciudadanos franceses y disfrutar de los derechos recogidos en la Carta Universal. Este acontecimiento inicia una cruenta guerra civil en la isla.
El ejemplo del líder
Entre los rebeldes, empieza a destacarse una figura: Toussaint-Louverture. Con el tiempo, se convertirá en el líder de la revolución y el máximo responsable de su éxito. Louverture destacaba por su gran talento militar y capacidad negociadora, pero no debemos olvidar el aspecto que probablemente decantó la balanza e hizo posible el éxito de la rebelión: su inteligencia para entender la enorme importancia que jugaría la cultura del grupo que lideraba.
Ben Horowitz, uno de los inversores de capital riesgo más importantes de Silicon Valley, ha publicado recientemente un libro en el que reflexiona sobre episodios históricos y trata de sacar de ellos enseñanzas aplicables al mundo empresarial. El magnate asegura, y nosotros estamos de acuerdo, que la historia de Toussaint-Louverture es perfecta para explicar cómo una cultura fuerte puede contribuir a lograr los objetivos de cualquier grupo humano.
Una de las razones por las que la mayoría de los motines de esclavos han fracasado a lo largo de la historia es la falta de una identidad compartida en el grupo rebelde. Los esclavos, privados de su libertad y sus derechos, apenas tienen arraigo social y no se sienten parte de ningún colectivo, por lo que es difícil que colaboren entre ellos.
Consciente de que la gran amenaza para su misión era la falta de unidad del grupo que lideraba, Toussaint-Louverture puso en marcha algunas medidas para reforzar el sentimiento identitario de los esclavos.
Unir al grupo con objetivos comunes
Por una parte, pensó en las cosas que unían a su pueblo y le diferenciaban del resto y trató de potenciarlas. Con esa estrategia, no tardó en encontrar la gran herramienta que le ayudaría a cohesionar a sus tropas: la música. Las canciones transmitidas de generación en generación por los esclavos se habían convertido en el mayor lazo simbólico que les mantenía unidos sentimentalmente con sus orígenes en África. Louverture entendió pronto que vincular ese acerbo cultural a la causa revolucionaria le ayudaría, por lo que fomentó que la música estuviera siempre presente en los campamentos e incluso la usó en el campo de batalla como medio de comunicación para transmitir maniobras militares.
Fomentar la disciplina y lealtad mutua
Otra de las decisiones que tomó fue imponer duros castigos a los soldados que eran infieles a sus mujeres. Como en muchas guerras, los oficiales haitianos incurrían en pillajes, saqueos y violaciones en los poblados conquistados, pero el líder de la rebelión concluyó pronto que ese tipo de actitudes minarían mucho la sensación de lealtad en la comunidad, ya de por sí débil.
Atajando ese tipo de actitudes reforzaba el sentido de deber y lealtad como eje central de la comunidad. Un pasito más para lograr una cultura fuerte que cohesionara a todos.
La tercera decisión genial que tomó fue aceptar entre sus filas a británicos derrotados para aprender de ellos maniobras, técnicas de guerra y nuevas formas de organizarse. Sabía que la cultura de su pueblo no estaba enfocada a la guerra y que necesitaba adaptarla para que fuese efectiva ante los desafíos que la amenazaban.
Asumir otras culturas para mejorar
Por último, Louverture tomó una decisión crucial. En lugar de expulsar a los antiguos terratenientes que los habían esclavizado, decidió permitir que permanecieran en la isla pagando a sus trabajadores. La razón por la que lo hizo es sencilla: sus conocimientos ayudarían a que la economía de la isla se recuperara más rápido tras la guerra civil.
Pero lo más importante aquí es que Louverture supo ver que el sentimiento identitario de los antiguos esclavos se había vuelto lo suficientemente fuerte como para confiar en que la propia comunidad supervisaría a los terratenientes y defendería colectivamente sus derechos de más abusos.
Cuando Louverture fue apresado en 1803 y sus tropas fueron aplacadas por un nuevo destacamento francés, sabía a ciencia cierta que su pueblo estaba suficientemente unido como para que su muerte no pusiera en peligro el éxito de la revolución. Solo un año más tarde, los franceses abandonaron finalmente la isla, haciendo cierta la frase de Louverture:
“Al derrocarme, solo se ha abatido el tronco del árbol de la libertad de los negros. Pero éste volverá a brotar de sus raíces, porque son muchas y muy profundas”.
Hay una expresión famosa en el mundo empresarial que resume lo que podemos aprender de esta historia: cultura es aquello que pasa cuando el jefe abandona la sala.
Implicación + colaboración + autonomía = eficacia
El propósito de todo proceso de transformación cultural es lograr un sentimiento compartido de implicación con el proyecto empresarial. De esta forma, la cultura debe servir de facilitadora para la mutua colaboración de los miembros de la empresa en base a objetivos alineados con la dirección estratégica de la compañía.
Una cultura fuerte, además, permitirá aumentar la autonomía de los empleados, favoreciendo un entorno más propicio para la innovación, simplificando las estructuras y mejorando la eficiencia de los procesos. Todas estas mejoras, qué duda cabe, favorecerán la consecución de objetivos empresariales y aumentarán la competitividad de la empresa.
La mejora competitiva será aún más evidente en el nuevo contexto productivo, en el que el poder de los datos y el capital humano tendrán progresivamente mayor influencia.
Dicho de forma sencilla, la cultura corporativa puede allanar el camino entre la empresa y sus objetivos, al igual que la cultura colectiva sirvió de puente entre Louverture y su deseo de ver a su pueblo emancipado. Una cultura adecuada implementada correctamente permitirá que las empresas alcancen sus objetivos con mayor facilidad y de forma sostenible.
La cultura debe servir de facilitadora para la mutua colaboración de los miembros de la empresa en base a objetivos alineados con la dirección estratégica de la compañía.